Taller de Escritura (4)

Este texto es el resultado de un ejercicio de 20 minutos en un taller de literatura.

La Maceta

Tengo una maceta que me regaló mi mamá.

Tiene una forma extrañamente interesante que ocupa más espacio del necesario y completamente inadecuada para contener una solitaria y moribunda orquídea.

Por alguna razón cada vez que voy a regar la flor puedo ver mi cara reflejada y deforme en el brillo del contenedor. Estos destellos responden con una imagen que en ocasiones no entiendo si están burlándose de mí o son un regaño por el deterioro de la planta.

Con todo el cuidado, riego y alimento la planta con las instrucciones detalladas que me dio doña Lety. Con ella todas las orquídeas florecen.
Cuando no hay esperanzas, ella tiene la capacidad de resucitarlas de la muerte. Las hojas cafés se tornan verdes. Los pétalos crecen con un tono morado intenso. El sol sale a cantarles y acariciar sus tallos. Cuando se esconde, sale la luna a susurrarles y platicar con ellas durante la noche.

Esas orquídeas crecen. La mía no.

Se ha convertido en un pequeño agujero negro en mi hogar. Sin importar el cuidado del agua y su suave goteo, la tierra con dulces olores a cacao y café, el rayo de luz que la calienta a un lado de la ventana, la sombra que la abraza con su suave y tenue obscuridad, esta pequeña se ha negado a salir y florecer.

El problema es que se siente encerrada en la maceta que me regalo mi mamá. Quiere salir pero no sabemos a donde. A lo mejor doña Lety sabe mejor el destino incierto de la orquídea.